Hoy nos desplazamos hasta uno de los secretos mejor guardados del sur de Inglaterra: Bath, una pequeña ciudad-balneario declarada Patrimonio de la Humanidad.
Como ya vimos con Wiesbaden y con Karlovy-Vary, en las ciudades termales todo gira en torno a su mayor tesoro: el agua termal.
Aquí no existen las prisas ni los problemas. La ciudad se mueve al ritmo que marcan las fuentes termales desde la época de los celtas, atrayendo a la élite inglesa, que se retiraba aquí para descansar o curar sus enfermedades.
Si has llegado hasta aquí, seguro que quieres saber más acerca de la ciudad para visitarla y disfrutarla en profundidad… ¿Empezamos a descubrirla?
¿Dónde está Bath?
Por supuesto, lo primero que debemos saber antes de nada es dónde nos encontramos. Bath es una ciudad ubicada en el suroeste de Inglaterra, a casi 200 km de Londres y poco más de 50 km del famosísimo Stonehenge.
Si te alojas en Londres y quieres hacer una visita rápida a la ciudad, te recomendamos contratar una excursión que al círculo de Stonehenge y Bath. La visita al monumento megalítico no suele tomar mucho tiempo, por lo que podréis aprovechar y hacer una visita dos en uno.
¿Qué visitar en Bath?
Baños Romanos
El nombre de la ciudad ya lo dice todo. Cuando los romanos llegaron a esta parte de Inglaterra, pronto descubrieron los poderes de las aguas termales de Bath. Atraídos por ellas, fundaron aquí Aquae Sulis en el Siglo V de nuestra era como complejo termal.
Por ello, no es de extrañar que su monumento más importante y visitado sean justamente los baños romanos. Además, se trata de unos de los mejor conservados del mundo, por lo que resultan imprescindibles para cualquier amante de la historia.
Nos encontramos en unos baños inusualmente grandes, construidos alrededor del año 70 d.C. Una fuente termal los alimenta con agua a unos 46ºC de temperatura. Sin duda, la parte más fotografiada del complejo termal es la Gran Cisterna, parte central de los baños. El aspecto de este lugar es impresionante, más aún si tratamos de imaginarlo tal y como era orginariamente. Aunque hoy en día la Gran Cisterna se encuentre al aire libre, originariamente se encontraba cubierta por una gran bóveda cerámica de unos 40 metros de altura, sujeta por grandes pilares.
Sobre ella, podemos recorrer una terraza (de época posterior) decorada con bellas estatuas del siglo XIX. Desde aquí no solo podrás disfrutar de la belleza de este complejo, sino también de una vista única de la Abadía (de la que hablaremos más adelante). ¡Tómate tu tiempo para disfrutar de este lugar!
Pero este complejo termal va mucho más allá de la Gran Cisterna. Sobre las ruinas de los baños encontramos un pequeño museo que narra toda la historia del lugar. No pierdas la oportunidad de observar detenidamente las maquetas del templo y los baños. ¡Te ayudará a imaginar cómo era cuando los romanos pasaban tiempo en ellos! Asómate a las ventanas que hay junto a ellos para ver una vista panorámica de la cisterna (especialmente en días de lluvia en los que no apetezca pararte a admirarla en la terraza).
En él, también encontrarás los restos del templo romano dedicado a Sulis Minerva (unión de las diosas celta y romana, respectivamente, de la sabiduría y la curación). También distintas piezas encontradas durante los trabajos arqueológicos que muestran cómo era la vida en la Bath romana. Si te interesa la historia, disfruta de las proyecciones que encontrarás en el museo. Son una forma muy gráfica de ver cómo era el complejo.
A lo largo del recorrido atravesarás distintas salas, como los vestuarios y las saunas. También podrás ver en primera persona al responsable de todo esto: la Fuente Sagrada. De aquí brotan a diario desde hace siglos más de 1 millón de litros de agua caliente rica en minerales. En la actualidad todavía se conserva gran parte del sistema de drenaje y fontanería romano, lo que demuestra el ingenio de sus constructores.
Justo al lado de la entrada de visitantes se encuentra el salón Pump Room. Acércate aquí si quieres probar un vaso de agua termal o comer en el elegante restaurante que acoge en su interior.
Abadía de San Pedro
Justo al lado de los baños romanos encontramos la Abadía de San Pedro, otro de los grandes monumentos de Bath. Estamos ante un templo fundado en el Siglo VII (aunque reconstruido en los siglos XII y XVI). Se trata de uno de los ejemplos más grandes de arquitectura gótica perpendicular de la región, con capacidad para nada menos que 1.200 personas.
Estamos seguros de que lo primero que te llamará la atención es su fachada. ¿Alguna vez habías visto ángeles subiendo unas escaleras? Como siempre, todo tiene una explicación, y este detalle dela Abadía de Bath no iba a ser una excepción. Esta fachada representa el sueño de Oliver King, obispo que ordenó la demolición de la antigua Catedral Normanda de Bath, claramente relacionado con un episodio del Génesis. Según esta narración, Jacob sueña con una escalera que, apoyada en la tierra, toca el cielo con su parte superior, conectando ambos extremos y dejando a numerosos ángeles subir y bajar por ella. ¿No te parece curioso?
Una vez en su interior es inevitable dirigir la mirada a lo alto del techo. ¡Su tamaño es impresionante! No en vano, la Abadía de Bath tiene nada menos que 67 metros de altura, con bóvedas de 24 metros de alto delicadamente decoradas. Pero no te dejes cegar por la belleza de sus bóvedas y presta atención a las numerosas vidrieras que decoran sus muros, llenando el interior de luz y color.
Gran Parade y Parade Gardens
Salimos de la Abadía y retomamos nuestra visita por Bath. Paseando por sus calles llegamos hasta el Gran Parade, un paseo a orillas del río de anchas aceras. No es difícil imaginar a la alta sociedad de la ciudad paseando por aquí en días soleados, por lo que disfrutamos recorriéndolo lentamente.
También descubrimos los Parade Gardens, unos cuidados jardines de planta triangular junto al río Avon. Se trata de uno de los lugares más populares de descanso y recreo de la ciudad, con unas vistas maravillosas del Pulteney Bridge (del que te hablamos en seguida).
Además de los conciertos al aire libre que se celebran en verano, el entretenimiento en este rincón no se limita a ellos. Durante los meses más calurosos también se realizan numerosas actividades infantiles, y no es raro ver a parejas y familias disfrutando aquí de un buen picnic.
Puleteney Bridge
Nuestra siguiente parada es el puente más famoso de la ciudad. Una construcción georgiana creada a imagen y semejanza del Ponte Vecchio de Florencia en el Siglo XVIII (aunque los habitantes de Bath muchas veces no lo admitan). Sobre el puente encontramos numerosas tiendas y cafeterías en las que parar a reponer fuerzas.
Realmente es todo un placer pasear por las calles de la parte alta de la ciudad, llena de edificios georgianos que todavía muestran el esplendor de la ciudad en aquella época. También por sus preciosos parques, complemento ideal de los beneficios medicinales de las aguas de la ciudad.
Royal Crescent y Circus
Indiscutiblemente, los edificios más emblemáticos de esta zona se sitúan al final de Gay Street, donde encontramos las Assembly Rooms, que acoge el Museo de la Moda, y el Circus, una plaza circular bordeada por los tres edificios que la delimitan formando un círculo, todos ellos de aspecto clásico, con columnas, frisos tallados y unas bellotas rematando la parte alta del edificio.
Girando a la izquierda por Brock Street en unos pocos pasos llegamos otro de los grandes iconos de Bath: Royal Crescent. Se trata de una hilera curvada de 30 casas unidas, todas ellas con un estilo similar al Circus (de hecho, son obra del mismo arquitecto), con enormes columnas adornando la fachada y con un gran parque a sus pies.
¿Os imagináis cómo debían ser estas casas en el siglo XVIII? No es necesaria mucha imaginación, ya que el número 1 de Royal Crescent está abierto al público para que todo el mundo pueda visitarlo tal y como era cuando estaba habitada.
Henrietta Park
Para acabar el paseo por esta ciudad termal, una buena opción es cruzar el río por Pulteney Bridge y llegar a la otra parte del río, donde destaca el Henrietta Park.
Nos encontramos en un parque inaugurado para celebrar el jubileo de la Reina Victoria en el año 1897. Su tamaño, de 7 hectáreas, lo hace un lugar perfecto para descansar y desconectar del ajetreo de la ciudad. ¿Quieres conocer uno de nuestros rincones favoritos del parque? Sin duda, su pérgola recubierta de rosas